jueves, 19 de septiembre de 2013

Todos son mis maestros

TODOS SON MIS MAESTROS Por: Gloria Lucía Fernández

En un antiguo cuento letón, Kadri era un hada de los bosques, un ser invisible que protegía el hogar de los aldeanos y soñaba con entender qué era lo que hombres y mujeres llamaban amor, tristeza, alegría u odio. Tanto lo deseaba, que Nigul, el Gran Espíri­tu que regía el bosque, le concedió la oportunidad de nacer en una familia humana. Pero antes debía pasar por la Caverna del Olvido, donde perdería la memoria de quién era y saludaría, para después olvi­darlas también, a las almas que la acompañarían en su aventura. Mientras caminaba hacia el umbral que cruzaría para nacer a su vida humana, Kadri recibió un abrazo de cada alma: "Yo seré tu madre, pequeña Kadri, y te enseñaré el amor". "Y yo tu padre, y te en­señaré el deber". "Yo seré tu amiga, Kadri, y conmi­go aprenderás la generosidad". "Yo te lastimaré y te haré sentir sola, y así te enseñaré el perdón". Muchas almas hicieron pactos con Kadri y le prometieron en­contrarse de nuevo cuando ella estuviera de regreso con todo lo que aprendería acerca de los sentimientos de los hombres.

Las antiguas historias guardan secretos profun­dos del espíritu humano, y la de Kadri me ayudó a reflexionar acerca del papel que cumplen en nuestra vida las personas con las que nos encontramos. Las que nos acompañan en un tiempo, lugar y circunstan­cias determinadas, y luego se van. Las que están cerca de nuestro corazón por muchos años. Los miembros de nuestra familia, con los que guardamos una histo­ria común y que a veces nos resultan verdaderos ex­traños. Las personas con las que se nos dificulta esta­blecer una buena conexión.

Todos los que me rodean son como espejos que reflejan lo que siento, pienso y hago. Cada persona me muestra un aspecto de mí misma que sale a la luz en la dinámica particular de la relación que nos une... o nos separa. Quien es dominante me lleva a preguntarme qué hay en mí que responde, bien de manera pasiva, bien mediante el enfrentamiento. El que demanda sin medida mi tiempo, mi atención o mi afecto me ayuda a cuestionarme por qué me es difícil poner límites, cuál es la razón por la que nun­ca puedo negarme a lo que se me pide. Mis hijos me ayudan a conocer el amor sin condiciones. Mi pareja puede ser el maestro que me enseñe a aceptar al otro tal como es. Con mis amigos descubro el arte de si­lenciarme para escuchar mejor. El vecino molesto me muestra cuán escasas son mis reservas de paciencia. Sea cual sea la emoción que los demás despiertan en mí -amor, enojo, aversión, indiferencia, miedo, sim­patía-, siempre puedo examinarla para conocer más a fondo mi propio corazón.

Se dice que hemos venido al mundo a apren­der. Yo,creo además que para ese propósito estamos siempre donde y con quienes debemos estar. Por eso cuando digo que todos son mis maestros incluyo a los que se relacionan conmigo en formas que disfru­to y aprecio, y a aquellos que me representan dificul­tades. Todos me muestran una mirada particular del mundo que hace más amplia la mía. Unos y otros, si decido verlo así, participan en mi vida con un pro­pósito de aprendizaje, crecimiento y transformación.  


FELÍZ DÍA DEL AMOR Y LA AMISTAD Septiembre 19 de 2013..

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